La estación.

La renovación ha llegado también a nuestra Estación de Rodalíes, a la que están ampliando la longitud de los andenes para que pueda parar un tren doble en hora punta, permitiendo mejores comunicaciones con Barcelona. Al mismo tiempo, se están pintando totalmente las dos estructuras metálicas que conforman los techos y columnas de sustentación, y se renovará el mobiliario.  

Es una lástima que una edificación de diez años se encontrara en tan lamentable estado de deterioro provocado principalmente por la humedad ambiental tan corrosiva al encontrarse cerca del mar. Un error de proyectación, utilizando entramados metálicos no inoxidables, en semejanza a la valla de separación de la vía con la playa, convertida en algunos puntos en auténtica herrumbre indigna de un país del primer mundo.

Lástima que la inversión no incluya la construcción de paredes, tan necesarias en época invernal.Como siempre, lo barato termina saliendo caro (a aplicar también en la regeneración anual de la playa).
Tema aparte merecen los alrededores de la estación, donde destacan:
a) los pintamonas con ínfulas de grafiteros, ensuciando pasillos, paredes como la de la playa, y cuánto elemento encuentran, ante la indiferencia de quienes debieran proclamar tolerancia cero con las pintadas. Podríamos tomar ejemplo del País Vasco, donde se persigue y se hace pagar ó castigar a quién ensucie una pared, mientras brigadas especializadas limpian en un máximo de 24 horas cualquier desarreglo. Claro que el des-gobierno actual tiene otras cosas más perentorias de las que ocuparse.
b) el ascensor, verdadero monumento a la dejadez municipal, donde se gastó una fortuna en un artefacto completamente inútil que creemos, jamás llegó a  utilizarse, como no fuera de pared para los pintorcillos mencionados. La inversión prevé su recuperación, esperemos que el mantenimiento posterior esté a la altura del objetivo inicial que se perseguía, el de facilitar el movimiento a personas con limitaciones (¿incluidas mamás con coches de niños?)

c) el parking-playa, donde hasta doscientos coches diarios aparcan gratuitamente para tomar el tren. Chocante que en la estación de Vilassar los coches no lleguen a veinte, pero claro, en Vilassar hay que pagar parking, con lo cual, nuestros vecinos se acercan a la estación de Cabrera para dejarlo sin pagar.  Se recuerda que la apertura de la estación se condicionó en su día a la existencia de un parking, pero nadie dijo que fuera en la playa ni gratuito.

d) el solar entre la estación y la carretera, que habría de acondicionarse como corresponde a los alrededores de un medio de transporte moderno que pretende atraer viajeros. Sea privado, de propiedad municipal ó de rodalíes (creemos que es de éste último), una iluminación, su pavimentación y algún mobiliario urbano dejarían la estación como todos los habitantes de Cabrera deseamos.

Bueno, como carta a los Reyes no está mal.